Montano

Hace mucho que no tomo en serio una lectura. Me he tratado de obligar, al menos a nivel de pensamiento, de que debo concluir ciertos libros. Montano entre esos. El Mal de Montano. El mismo que habla de escritores ágrafos, de diarios de vida, de enfermedad, de inventos sobre inventos.

Debo tomar casi en serio esta lectura, pues implica el fin de un periodo largo: uno que empezó con la imposibilidad real de retener lo leído, a punta de estrés y que me tuvo con psiquiatra y pastillas. Luego continuó con irme de la biblioteca -mi biblioteca, la que yo armé, la que yo pensé y disfruté hazta el hartazgo- y el posterior duelo por mi padre.

Pareciera que todas estas cosas pasaron más o menos al mismo tiempo, pero lo cierto es que huelga su buen espacio entre uno y otro acontecimiento.
No podía leer. Después no podía escribir. Y así estuve largas noches (a veces creo que fue una sola, interminable) hasta que de a poco algo empezó a crujir, a moverse. Como si de pronto hubiese descubierto el desasosiego. A decir de Vila-Matas: «algo centellea en el tejido ajado».

Así sea.

0 comentarios:

Entrada más reciente Inicio