Rituales

Ya ni me acuerdo hace cuántos años que vengo saludando a destiempo a Anita. Ya no hay culpa en este olvido, en la traición de la memoria (o en su fragilidad) que me hace errar en cada uno de sus cumpleaños, la fecha al momento de saludarla.

A estas alturas la cosa es así: o me adelanto o me atraso. Pareciera estar destinada a celebrar siempre un no cumpleaños, una negación inconsciente del día que efectivamente nació, día que es reemplazado por una aproximación, un merodeo, darnos vueltas por la orilla del folio que sigue. Es como cuando era niña y me saltaba hojas en el cuaderno. Me gustaba de cuando en cuando, la existencia de una página blanca que marcaba mi ausencia de un día específico (pero al mismo tiempo, perdido) en el colegio, quizá la más férrea forma de existencia que se puede llegar a conocer.

A veces creo que esta omisión ritual del día del cumpleaños de Anita tiene que ver un poco con eso, con la ausencia; la suya y la mía por todos estos años que se han colado en nuestras vidas desde que nos dejamos de ver un día que ya no recuerdo en Valparaíso. El tiempo ha pasado y nos vemos poco, aún cuando es imposible negar que nunca nos hemos separado del todo.

Feliz cumpleaños, hermana. Envejezcamos juntas. Sin duda te seguiré saludando a destiempo, por la vida que nos reste descubrir.

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